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3 de agosto de 2016

EL APÓSTOL PABLO ¿SE EQUIVOCÓ?



Qué maravilloso es encontrar pasajes  que nos ilustran acerca de que nadie es infalible solo Dios, que el ser humano se equivoca y comete sus fallas y aunque El Señor nos advierte muchas veces nosotros tomamos nuestras propias decisiones, lo terrible es cuando todo sale mal, culpamos a Dios. 


Quiero ilustrarles lo que nos enseña La Palabra y compartirles esta corta enseñanza, cuando leemos las Epístolas  del Apostó Pablo vemos todos los tesoros y enseñanzas he nos dejó a la Iglesia para que podamos andar en este camino, pero Pablo al igual que nosotros aunque tenía tanta revelación de Dios y siendo un poderoso instrumento en las manos de Él, vemos que como todo ser humano tenía sus equivocaciones. Con esta enseñanza no quiero malas interpretaciones que piensen que estoy denigrando y desmeritando todo lo que este siervo de Dios hizo, al contrario lo admiro!



HECHOS 21: 10-11

10 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agabo, 11 quien vino a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: "Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles.




Esta es una escena un tanto dolorosa. En Cesárea entraron en la casa de Felipe el evangelista. Ahí Agabo, un profeta del Señor, en una forma dramática y visual, tomó el cinto de Pablo de alrededor de su cintura y se le ató los pies y las manos, y dijo: “Esto es lo que te está diciendo el Espíritu Santo, Pablo. Si vas a Jerusalén, esto es lo que te va a pasar: Serás entregado en las manos de los gentiles, te atarán, y serás un prisionero”.

Este era el último intento hecho por el Espíritu Santo para despertar al apóstol a lo que estaba haciendo. Agabo estaba unido en esto por medio de todo el cuerpo de creyentes. 

Toda la familia presente le urgió a que no fuera, incluso Lucas. Leemos en el versículo 12 del mismo pasaje de Hechos 21 dice: “Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar que no subiera a Jerusalén”. Así que incluso sus mas cercanos reconocieron la voz del Espíritu, al cual el apóstol parecía extrañamente sordo. Se negó a escuchar.

Y en la respuesta de Pablo podemos detectar que, sin apenas haberse dado cuenta de lo que había ocurrido, había sucumbido a lo que llamamos un “complejo de mártir”. Pablo dijo en el versículo 13: “¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?, pues yo estoy dispuesto no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús”. 

Estas palabras eran valientes y sinceras y serias. Sintió cada palabra. No encontramos falta con la valentía y el coraje expresada en esas palabras. Pero no era necesario que él fuera, y el Espíritu le había dicho que no fuera.

Aquí podemos ver lo que le puede ocurrir a un hombre de Dios cuando es confundido por un hambre urgente de lograr una meta que Dios no le ha dado para hacer. 

La carne había engañado a Pablo, y evidentemente se vio a sí mismo como que estaba haciendo lo que el Señor hizo en Su último trayecto a Jerusalén. 

El relato del evangelio dice que Jesús categóricamente se dispuso a ir ahí, determinado a ir en contra de todos los ruegos y las advertencias de Sus propios discípulos. Pablo se debió de haber visto en ese mismo papel.

Pero Jesús tenía el testimonio del Espíritu en Sí mismo de que eso era la voluntad del Padre para Él, mientras que Pablo tenía lo exactamente opuesto, El Espíritu le había dejado muy claro que no debía de ir a Jerusalén.




Cuando Pablo se negó a ser persuadido por sus amigos, dijo: “Bueno, hágase la voluntad del Señor”. Eso es lo que muchos dicen cuando no saben qué más decir. Eso es lo que oramos muchas veces cuando no sabemos qué hacer. 

Con esas palabras estamos simplemente diciendo: “Señor, ahora te toca a ti. No podemos detener a este hombre; tiene una voluntad fuerte y una determinación poderosa, y está engañado pensando que esto es lo que tú quieres. Por lo tanto, tú tendrás que ocuparte de ello. Hágase la voluntad del Señor”.

Padre, gracias por registrar tan fielmente incluso este fallo por el apóstol. Me es de mucha ayuda, dejándome ver cómo debo de depender no del brazo de la carne sino del brazo del Espíritu. Enséñame a caminar en obediencia, Señor, y a no aventurarme en aquello que sería meramente el cumplimiento de un gran deseo de mi parte.

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